El Zulia es una región de Venezuela que, por mucho tiempo, se sintió privilegiada frente al resto del país. ¿De dónde venía ese sentimiento? Simple: El Zulia era una versión miniatura de Texas; el primer bastión de extracción y refinación petrolera de Venezuela. Además de ello, los zulianos contaban con una pujante industria ganadera que se encargaba de suplir las necesidades de sus habitantes y de un buen porcentaje del resto de Venezuela. Incluso, los maracuchos solían bromear sobre sus intenciones de proclamarse como República Independiente del Zulia.
Pero en el párrafo anterior hay algo que delata su situación actual: todo está escrito en pasado. El corazón histórico de la industria petrolera venezolana está como el resto del país: Sin luz, sin transporte y sumido en el caos.
La desidia y falta de inversión en el sistema eléctrico engendraron fallas a tal nivel que se convirtieron en uno de los males principales en la “Venezuela potencia”. Son matemáticas simples: al fallar el servicio eléctrico se paraliza el bombeo de agua, la telefonía y la actividad productiva. Lo más interesante – al menos en el caso zuliano- es que precisamente este estado ocupa el último lugar en el sistema eléctrico interconectado, pues en teoría podía generar su propia energía con seis termoeléctricas. Decimos en teoría porque de acuerdo al presidente del sindicato de trabajadores eléctricos, las plantas están operando al 20{aa04bdeacbfb4ef94d5740ffa71dd9a9909a5c5f2fa10044959e5ecc781e28f0} de su capacidad. ¡Otro logro más, hecho en socialismo!
A mediados de julio, el ministro de Energía Eléctrica dijo que los cortes de luz podrían ser de hasta ocho horas, mientras se definía el “plan de estabilización”. El plan nunca llegó, los cortes se agudizaron y al final, porque las cosas siempre pueden ser peor, hubo una sobrecarga en el cableado que pasa por el puente sobre el Lago de Maracaibo que casi dejó al Zulia sin uno de sus íconos y los ha mantenido sin luz desde el viernes 10 de agosto. Pero, para no convertirnos en un recuento de lo que ha pasado, decidimos darle un espacio a quienes realmente pueden contar con lujo de detalle cómo se viven cinco días sin electricidad en el estado más caliente de Venezuela.
Julio
Bueno que te puedo decir, ya tenemos meses con este problema de la crisis eléctrica. Antes eran simplemente bajones; esperabas unos minutos y después volvía. Claro, en esos bajones cortos se te podía dañar algún aparato eléctrico; nosotros en casa desconectábamos todo para prevenir cualquier cosa. Hasta hace algunos meses nos tocaba racionamiento sin aviso; no había orden ni siquiera alguna lista de los sectores como antes, cuando al menos te avisaban que te iban a quitar la luz. Los cortes eran cuando ellos querían y como ellos querían; a veces eran 3 horas otras veces 4 y hasta 5 horas sin luz.
Muchas veces en la mañana, y la mayoría de las veces en la madrugada. Lo peor es que algunos días era más de una vez el racionamiento; nos quitaban 4 horas en la mañana y 4 más en la madrugada. Nosotros tuvimos que comprar una planta para poder medio resolver.
Después de lo del puente, Maracaibo quedó dividida como en tres zonas. Una en la que no se va la luz, otras donde llega por cuatro horas nada más y otra en la que sencillamente no hay luz. Como la gente perdió todo lo que tenía en las neveras, desde el perrero de la esquina hasta los restaurantes estaban a reventar de gente. No te quiero ni contar los supermercados.
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Arturo
Estos cinco días sin luz han sido difíciles y complicados. Empezando por el tema de la comida; desde las casas hasta los restaurantes han perdido todo lo que tenían en las neveras. Además está el tema de la gasolina: Sin electricidad las bombas no funcionan y sin gasolina no hay transporte público.
Por si fuera poco, ningún proveedor de telefonía tiene señal. Es casi imposible comunicarse con alguien. También está el factor inseguridad: en los últimos cinco días han tratado de meterse dos veces a mi casa, aprovechando que todo está oscuro y no sirven los cercos eléctricos.
También en los últimos tres días han arreciado las protestas, pero nadie lo sabe porque –como te dije antes– no hay ningún tipo de señal. Las ves cuando sales a comprar cualquier cosa, que también es casi imposible porque al no haber telefonía, los puntos de venta no sirven y las plantas están preparadas para aguantar seis horas, no cuatro o cinco días seguidos.
Aparte de todo eso, está el calor. A mi abuelo, por ejemplo, el exceso de calor lo pone de mal humor y hace que se le irrite la piel, y así como esos, muchísimos más detalles que si me pongo a enumerar pueden pasar horas y aún no voy a terminar.
Están por cumplirse ocho días después del incidente del puente. Hasta ahora se sabe que en uno de los mercados más populares de Maracaibo, el de Las Pulgas, se perdieron entre siete y nueve toneladas de carne. Eso sin contar las pérdidas individuales de los hogares de los marabinos, que con una inflación que prácticamente aumenta a diario, tienen la tarea titánica de reponerse.
¿Lo peor del caso? El gobierno dice que está “reparando la falla”. Igual que cuando estaban “por definir” el plan de estabilización que nunca llegó. Mientras tanto la carne se pudre, la industria sigue parada, los precios suben y la gente sobrevive. Solamente puedo pensar en la gaita de Ricardo Aguirre: “¿Qué más te puede pasar que ya no te haya pasado? Siendo rica y colosal, tu pobreza es elocuente porque tu riqueza es fuente para el progreso local… Maracaibo marginada y sin un real”