Por más que suene cacofónico, la homofobia internalizada es una realidad. Conmemoramos el Día del Orgullo Gay contándote de qué va y te ponemos en contexto con un par de historias en esta crónica
Manuel (nombre falso, historia real), navega en redes de chanceo buscando encuentros con hombres maduros, estables, serios y, como especifica en su perfil -donde su avatar es su torso desnudo-; “nada de locas”.
Aunque una que otra vez se le escapa un gesto afeminado y su voz llega a sonar muy suave para denotar “hombría”, le parece absolutamente reprochable que un hombre no sea la representación de lo que la sociedad ha declarado como masculino.
Le parece que la lucha por los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) no es más que pura bulla de un grupo de desadaptados que lo que quieren es llamar la atención y botar plumas en la calle por hacerlo y sin ningún tipo de fundamento.
“Hay que tener límites”, dice. A sus 21 años siente que no tiene menos derechos que nadie, que vive en una sociedad con los valores correctos y se siente bien así.
Piensa que las demostraciones de afecto de dos personas del mismo sexo en público no deben ser, no sabría cómo explicarle a los niños y, además, le parece inmoral.
Está claro: se define completamente homosexual. Le gustan los hombres, solo que hay muchos peros de por medio: deben ser, preferiblemente, de clóset, “casi que heterosexuales”.
Y lo dice con la convicción de que un homosexual, a sus ojos, no puede llamarse a sí mismo hombre.
Algo similar le pasa con las lesbianas, asegura que las respeta pero le molesta cuando “quieren ser hombres”… ni tocarle el tema de las personas trans: “son como enfermos y reprimidos, ¿no?”, sentencia.
Su prototipo ideal en la cama son los “machos” que cuando toman se cogen lo que tengan por delante, sin importar.
Así como Ferderico (nombre falso, historia real -amigo con derecho de Manuel-), un chamo de 25 años que pregona orgullosamente: “no soy gay pero cojo marico”.
Se conocieron, fortuitamente porque Federico entra muy poco ahí: ”solo cuando tengo muchas ganas y ningún culo me responde”, en una página de encuentros, cuadraron y ahora se ven de vez en cuando.
Ni Manuel ni Federico van a celebrar el Día del Orgullo LGBTI/Gay, para ellos no es más que una gran mariquera.
Uno de ellos sabe que la fecha conmemoran los disturbios de Stonewall, que marcaron el inicio de la lucha por los derechos de los sexo diversos en Estados Unidos y el mundo, el otro no tiene ni idea. A ninguno le importa: les parece «absurdo el montón de maricos en las calles deseando atención».
Ambos están conscientes de lo que la homofobia significa, o de eso están convencidos, pero nunca antes habían escuchado el término homofobia internalizada.
A. Shidlo en 1994 la definió como el conjunto de emociones y actitudes negativas hacia la homosexualidad de otras personas y la propia. Es decir, el manifiesto -o no- de rechazo, fobia o aversión a un similar.
Después de escuchar el significado, Federico dice: «¿Un gay homofóbico? ¿No sería como un judío nazi? ¡Qué bolas!»
Al preguntarles, ninguno se asume con homofobia internalizada. Manuel porque dice que respeta a los demás, no le haría daño a nadie, solo que no comparte algunos comportamientos. Federico se excusa de una manera más sencilla. Reitera que no es gay: «así que no aplica».
Hanays Montaner es la presidenta de la Fundación Amanecer Humano, donde conocen el tema de cerca porque lo han estudiado en Venezuela. Tanto así que hasta le han dado un nombre más corto: endohomofobia.
Para ponerlo más en contexto, Hanays explica que es como un sistema de defensa. En algunos -muchos- casos se puede asociar a estar dentro del llamado closet -aunque esto no es determinante- con el fin de formar parte de la sociedad, de no salirse del molde.
Podría decirse que quienes tienen endohomofobia presentan un miedo profundo a asumirse homosexuales o al rechazo por no seguir la heteronorma; que consiste en la idea que da «normalidad» y superioridad a la heterosexualidad y los comportamientos considerados masculinos y femeninos a hombres y mujeres. Condenando de esa forma a todo lo que se salga de esa norma no escrita.
Yendo aún más allá, ejemplifica con contundencia: «las familias educan para ser heterosexual».
No existe una estadística que tenga medidos los niveles de endohomofobia en Venezuela. Principalmente porque son muy pocos los que se atreven a decirlo. Se estima que el porcentaje de negación sea muy alto por el miedo que hay al rechazo, la pérdida de oportunidades y afectos.
Lo alarmante del tema no es que existan personas que no quieran etiquetarse de una u otra forma, eso es hasta positivo, el peligro se encuentra que ello puede acarrear más violencia.
En una nota publicada por El Universal se asevera que en 2013 aumentaron los crímenes de odio motivados por orientación sexual e identidad de género en comparación a años anteriores. Además, el estatus del 91,3% de los casos por asesinatos de personas de la diversidad sexual se desconoce.
Citando a Daniel Arzola y su campaña No Soy Tu Chiste, la presidenta de Amanecer Humano dice: «La homosexualidad no se aprende, la homofobia sí», y remata: «no es natural odiar». Es así como en su fundación vienen trabajando de lo micro a lo macro educando en derechos humanos.
Todavía faltan muchas cosas por hacer pero van encaminados. Su lucha se enfoca en que las universidades se actualicen sobre el tema de la sexualidad y la identidad de género, exigir a los medios de comunicación a que naturalicen a las personas sexo diversas, crear leyes específicas que protejan a las personas LGBTI de cualquier tipo de discriminación y violencia.
Como recomendación dice que un buen comienzo desde donde estás es dejar de permitir que se perpetúe la falta de respeto a otros. Todos los días dejas que se fomente cuando permites una broma con dejo sexista. Aunque suene a tontería hace la diferencia.
Probablemente todo lo que has leído hasta ahora te ha recordado a alguien que conoces y quieres, de alguna forma, ayudar. Como consejo Hanays dice -si no hay terceros afectados ni la persona está en peligro – que lo dejes ser.
Como todos los que padecen una fobia, lo único que puedes hacer es dejarlo fluir. La misma persona es quien tiene que asumir su rollo y entonces buscar ayuda.
Volviendo a Manuel y Federico, cuando se retiran de nuestra pequeña charla, lo hacen hablando de la última película que vieron -cada uno por su lado- en el cine. Comparten algunos gustos más allá del sexo «sin plumas».
Pero no, no creen tampoco que los homosexuales sean capaces de mantener relaciones de pareja por eso que llaman con lejanía «su condición».
Qué chimbo, pienso, hasta hacen bonita pareja.