Se interrumpe la vida para siempre gracias a seres de carne y hueso que sienten placer asesinando a las personas
Venezuela es uno de los países más violentos del mundo, esto lo saben hasta en China. No hemos sido capaz de frenar la impunidad lo cual ha reforzado la seguridad, la confianza y la eficiencia de los delincuentes para actuar a sus anchas sin nadie que los castigue ni procese judicialmente.
Los presos en Venezuela misteriosamente se fugan, salen a la calle a los pocos días, no son detenidos o existen criminales que ni siquiera son investigados a profundidad para dar con sus paraderos.
Hoy 20 de enero fue asesinado un periodista que se desenvolvía como jefe de prensa del gobierno del Distrito Capital, su nombre es Ricardo Duran. Fue interceptado en Caricuao, una muy peligrosa parroquia de Caracas, cuando se transportaba en su vehículo, al parecer luego de un presunto forcejeo el periodista recibe un impacto de bala en el rostro. Todos en el chavismo conocían su labor y todos están indignados.
Los venezolanos nos acostumbramos a esperar a que alguien importante, conocido o famoso caiga víctima del hampa para expresar indignación. Esperamos hasta que alguien de nuestro entorno es secuestrado, robado en su casa o asesinado. También nos gusta esperar a que las cosas nos sucedan de primera mano, al mejor estilo masoquista nos encanta esperar ser víctimas para después simplemente quejarnos.
Son pocas las urbanizaciones del país que realmente forman un comité o equipo de vecinos que se encargan de mantener a la delincuencia a raya con efectivas medidas de seguridad. Pero cuando las propias personas son las que se tienen que ver forzadas en protegerse de asesinos, ladrones, secuestradores y violadores; las cosas terminan en linchamientos que ya son el pan de cada día en este país.
Suena digno de una película de ciencia ficción donde no hay leyes y todos hacemos lo que nos da la gana. 30 millones de venezolanos sometidos por un hampa común y organizada que se soporta gracias cuerpos policiales corruptos, impartidores de justicia que son fácilmente comprados y una gran ignorancia en cuanto a lo que como ciudadanos podemos hacer para corregir esta situación.
De los jóvenes que se han ido al exterior, muchos sueñan con volver a Venezuela. A muchos ni siquiera les importaría aguantar la escasez tomando agua y comiendo lo necesario, pero ha sido el miedo a la inseguridad lo que realmente empujó a tantos venezolanos fuera de estas tierras. «No me quedo en Venezuela porque no quiero que me maten», «mis padres me sacaron del país porque ya van 5 secuestros en la famlia», «estoy pasando ronchas, no tengo dinero ni para ropa nueva, pero al menos salgo tranquilo a la calle». Todo esto lo hemos escuchado de nuestros amigos y conocidos en el exterior en más de una oportunidad.
¿La delincuencia cumple fines políticos como algunos han llegado a opinar? Es claro que se necesitan pruebas para afirmar algo como esto pero cuando vemos ataques tan constantes con granadas, armas largas, explosivos y todo tipo de material bélico en Caracas y otras regiones que no sabemos cómo lo han obtenido los delincuentes, pensamos que obviamente alguien tuvo que haberselos suministrado, la municiones no son infinitas y armas como esas no las compras ni en el Sambil ni en las bodegas de pueblo. Sean cuales sean los motivos de algo así, es totalmente macabro porque quienes pagamos caro somos los que vivimos asustados, angustiados y en una suerte de «ruleta rusa» cada vez que salimos de día o de noche a la calle.
¿Quién es entonces el que arma a estos grupos que tanto odio y ensañamiento tienen contra nosotros el ciudadano común? ¿De dónde salen bandas como El Picure que ahora es todo una leyenda urbana venezolana? Organizaciones, grupos y deseos de caos se escoden detrás de cada asesinato, de cada motorizado que mata a otro o mata al que acaba de robar, de todo funcionario policial que consigue una muerte aterradora como en Hoyo de Puerta, por periodistas como Ricardo Duran a quienes se les interrumpe la vida para siempre gracias a seres de carne y hueso que sienten placer asesinando a las personas.
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