En caso de que aún no estés enterado, Politáchira ha sido noticia desde hace un mes. Un grupo de reos aprovechó una visita para secuestrar a 2 oficiales y 9 mujeres. Exigían ser trasladados a la cárcel de Tocuyito, en el estado Carabobo. Un mes duró el conflicto. El resultado: denuncias de canibalismo, imágenes de mutilación, torturas y demás elementos gore como para una película de terror.
Politáchira no es propiamente una prisión. Es la sede de la comandancia de la Policía del Estado Táchira, ubicada en La Concordia, en San Cristóbal. Se trata de un edificio pequeño, con pinta de liceo, dentro del cual hay oficinas, un parque de armas, una sala de vigilancia, un salón de conferencias, una cancha deportiva y a uno de sus costados, pequeño y alejado de todo lo demás, un calabozo.
Originalmente, este calabozo debía ser usado para fines temporales: detener a borrachos, a buscapleitos, a huelepegas o a pandilleros en espera de juicio. Pero la sobrepoblación de las cárceles, la demora del sistema judicial y demás dificultades, lo han convertido en una pequeña prisión en sí mismo, donde reos sin condena pagan pena durante años.
El sitio es conocido por albergar al asesino serial más famoso -acaso el único- de Venezuela: Dorangel Vargas, «El Comegente», quien mató en las cercanías del Río Torbes (Táchira) a un número no determinado de personas a las que luego se comió.
Politáchira es, pues, un lugar relativamente anónimo, pero un motín, unas denuncias espantosas de familiares de los detenidos y muchas preguntas sin respuesta, han puesto al sitio en boca de todos.
El motín que inició como tragedia regional
Cuando el 8 de septiembre de 2016 se supo, por Twitter y por la radio, que en Politáchira había iniciado un motín, pocos, apenas algunos curiosos en San Cristóbal le prestaron atención. Para un pueblo acostumbrado a las protestas, esto era más bien irrelevante, comparado con las noticias que llegaban sobre la apertura de la frontera. Aquello era el oro; esto, la vergüenza.
Pero el tema fue creciendo: los días pasaban, los once rehenes no eran liberados, y empezaron a filtrarse videos de torturas, mutilaciones de miembros y demás.
Mientras tanto ni el Gobernador del estado, ni nadie iba a oír las demandas de los reos que querían ser trasladados a Tocuyito.
Fue la ministra Iris Varela, quien en un gesto a lo «Dama de Hierro», entró sin escoltas al sitio el 6 de octubre, para negociar la liberación de rehenes y el traslado. Solo que fue un mes después, cuando el olor a muerto y desnutrición ya era demasiado fuerte.
Al hijo del señor Herrera se lo comió Dorangel
El conflicto se resolvió este 7 de octubre: los 16 reos que iniciaron el motín serían trasladados a Tocuyito y los sobrevivientes liberados.
Pero cuando todo parecía resuelto, Juan Carlos Herrera, el padre de uno de los reos no amotinados, sacudió a la opinión pública declarando que su hijo -de su mismo nombre- no solo había sido asesinado dentro durante el motín, sino que fue descuartizado y sus restos fueron repartidos a los demás presos, que a la fuerza se los tuvieron qué comer.
“La información que tenemos -por uno de los que estaba con él- es que a mi hijo lo agarraron entre 40 personas, lo apuñalaron, lo colgaron para que se desangrara y se lo dieron de comer a los reclusos”, dijo Herrera.
Por si fuera poco, alguien le dijo al hombre que Dorangel Vargas «El Comegente» participó en la muerte de su hijo, y que fue «el chef» que orquestó todo esto, por orden de quienes lideran la prisión.
Herrera contó también que él mismo fue víctima de extorsión: mientras duró el motín, dos oficiales de policía le cobraban BsF 10.000 para dejarlo comunicarse con su hijo, y 500.000 por pasar a la zona A1 del retén, de mayor seguridad.
Mientras tanto, cómplices de los amotinados también lo extorsionaban, pidiéndole su vehículo en forma de pago para asegurar la vida a su hijo. Herrera se negó, pues no le daban nuevas pruebas de supervivencia. Una semana después recibió la noticia de la muerte.
La misma persona que narró a Herrera la muerte de su hijo, le contó también que otros dos reos sufrieron la misma suerte.
El Ministerio Público ya está al tanto de esto, y ha decidido dar custodia policial permanente a Herrera y a la familia de otro afectado.
Lo que queda por preguntar
Según Herrera, restos de su hijo han ido apareciendo, aunque no hay información oficial que lo asegure. Lo que sí se sabe de manera oficial, es que seis oficiales de politáchira están siendo investigados por su presunta responsabilidad en el motín.
Pese a todo, aún quedan preguntas, preguntas con respuestas obvias para los venezolanos pero que son inevitables de hacer.
La entrada de armas en los calabozos, el hecho de que en Venezuela siga sin haber un sitio realmente apto para tratar a alguien como Dorangel o el simple hecho de que un motín, una situación extraordinaria en cualquier país, pueda postergarse aquí durante casi un mes, son cosas que no deberíamos dejar pasar por alto.
No queremos darte una lección moral, pero acaso la poca atención que le prestamos a estas cosas normalmente es lo que hace que estos hechos se prolonguen en el tiempo y sigan sucediendo. Acaso nuestro silencio permita algún día que historias de terror que superen cualquier ficción vuelvan a suceder en este país.