Ya tenemos varios años donde nuestro día a día parece sacado de un capítulo de Nuestro insólito universo, lo sé. Pero de un tiempo para acá siento que hemos mutado y ahora parecemos personajes dentro de Stranger than fiction: La gran diferencia es que nuestro narrador sería George Orwell y esto sería un capítulo más de 1984.
En 1984, George Orwell nos lanza de cabeza a una distopia que describe una sociedad totalitaria donde los ciudadanos son controlados y alienados, por un estado omnipresente y todopoderoso. ¿Te suena familiar? Bueno, esta novela se desarrolla en una Inglaterra donde el Socialismo Inglés se ha impuesto como modelo, invadiendo no sólo el ámbito político sino todos los aspectos de la realidad.
En este país -dominado por el Gran Hermano- el Partido Único se ha encargado de darle duro al botón de reset. Hicieron una especie de lavado de cerebro colectivo para poder crear una entidad totalmente desconectada de todo aquello que existió antes de su llegada.
Son muchas coincidencias, ¿verdad?
Particularmente creo que alguien dejó abandonada una copia de esta novela en Miraflores y nadie le ha dicho al presidente que es un libro de ficción y no un manual de instrucciones. La última cosa que reforzó mi teoría es que hace unos días el hombre, en una de sus tantas alocuciones me hizo pensar otra vez en 1984. El presi, entre las mentiras de siempre, soltó una perla: Está dispuesto a crear «laboratorios de paz» para recuperación de «guarimberos».
¡Laboratorios de paz! Como si la paz fuese un experimento. En 1984 hay varios Ministerios. El de la Abundancia administra las hambrunas y la escasez, el de la Paz lidia con la guerra y con la comisión de atrocidades y el Ministerio de la Verdad controla la propaganda y el revisionismo histórico. Esos tres ya los tenemos, ahora en Miraflores nos quieren montar la barajita que falta: El Ministerio del Amor.
En el Minimor -como también lo llaman en la novela- se promueve la tortura, la persecución y el espionaje. También se encarga de reeducar a quienes se han descarriado, inculcándoles un amor férreo por el Gran Hermano y las ideologías del Partido. Esta gentecita parece que no descansará hasta que todos creamos que 2+2 = 5, lo malo es bueno, la guerra es paz y la esclavitud es libertad.
Sin embargo, una de las cosas que seguimos teniendo a nuestro favor es que el final de la historia aún no se escribe. Hay una voluntad que se niega a ser quebrada aún cuando enfrenta a su miedo más grande, porque sabe que la lucha no es contra un gigante, sino contra un grupito de hombres heridos de muerte que sólo quieren dejar a su paso tierra arrasada.
Eso sí, hay que ir con paso seguro porque el Gran Hermano siempre está observándonos.