La sexta entrega de The Walking Dead se estrena en octubre
The walking dead cerró su quinta temporada con un capítulo un tanto disparejo, donde no todos los subtramas consiguieron la misma fluidez, con algunas resoluciones un tanto apresuradas y en el que la preocupación por sentar las bases para la próxima temporada terminó afectando un poco el ritmo, pero que aún así gozó de unos cuantos momentos realmente buenos.
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“Conquer” sufrió de algo que viene atravesando la serie y que se profundizó en esta quinta temporada, que es la sobreabundancia de personajes y por ende, la dispersión de pequeños relatos dentro del grande. De ahí que el conflicto interior del Padre Gabriel todavía no llegó a conectar del todo con el espectador; y que los personajes de Maggie, Carl, Rosita, Tara y en menor medida el Sargento Ford y Michonne hayan quedado un tanto desdibujados, con lo que sus apariciones más fuertes y decisivas en este episodio no terminaron de coagular del todo. Pero es con Rick, y apenas por debajo Carol y Sasha, que The walking dead tomó los mayores riesgos, poniéndolos en posiciones problemáticas no sólo en lo narrativo, tratando de adaptarse a la realidad de Alexandria, sin conseguirlo del todo, sino principalmente con la imagen que tenían para con el público televidente, alejándolos de la empatía. Así Conquer terminó de demostrar que, a pesar de los reparos que se podía tener, esa apuesta funcionó: los personajes cambiaron, están plantados en diferentes lugares y no hay vuelta atrás, pero el proceso se fue encarrilando, complejizándolos y permitiendo apreciar en ellos todo una vena oscura, ambigua y principalmente brutal.
Lo mejor es que los personajes y la serie son conscientes de sí mismos y hasta de las barreras que afrontan: por eso Carol afirma que la gente de Alexandria “son niños, y a los niños les gustan las historias”, porque ella se la pasa montando una historia, que es su apariencia inocente; y Rick, que según Ford “conoce toda la porquería que hay allá afuera… y un poco más”, no manifiesta arrepentimiento por su crudo discurso del capítulo anterior, sino por no haberlo dicho antes. Todo este segmento en Alexandria procuró reflexionar sobre la imposibilidad de un “adentro”, es decir, una comunidad segura, sin tener en cuenta el “afuera”. El mundo dominado por los caminantes y los humanos más salvajes, porque las líneas que deberían separarlos son demasiado delgadas o no existen. En realidad, es algo que se viene pensando desde por lo menos la segunda temporada, con los distintos refugios, la granja de los Greene, la prisión, incluso Woodbury y Terminus, probando ser tentativas fallidas, aunque es con Conquer que se termina de explicitar y cerrar la tesis.
Vale la pena entonces tener en cuenta el montaje paralelo, una herramienta que The walking dead supo utilizar en numerosas ocasiones durante esta temporada, con estupendos resultados entre la lucha casi a muerte entre Glenn y Nicholas en el medio del bosque, Rick descubriendo que la puerta del muro de Alexandria está abierta y combatiendo contra unos caminantes que lograron ingresar y la reunión de los referentes del pueblo para tratar la posible expulsión de su líder. Es una secuencia que por la fotografía nocturna, la música y el tono tan opresivo como angustiante recuerda a La niebla, aquel gran film de John Carpenter. Todo culmina de manera sangrienta, con Pete insultando a Rick y matando al marido de Deanna, quien luego le pide que lo asesine, y este cumple la orden sin titubear.
Es allí que Rick vuelve a encontrarse con Morgan, quien viene acompañado de Daryl y Aaron. Este es un Morgan, que ya tuvo un encuentro con los Lobos, ese grupo de personas que marcan a los caminantes con una “W” y que se perfilan como los próximos enemigos a vencer, como si nos advirtieran que, la próxima batalla que se disputará será para defender ese paraíso que es Alexandria.
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