Esta mañana, mientras esperaba que me sacaran la sangre me tocó ver un buen trozo de un magazine televisivo. Aparte de la falta de simpatía de los animadores, que se llenaban la boca en decir que su programa está “siempre apoyando el talento nacional”, me llamó la atención el supuesto “talento” que se presentaría a continuación.
Una pareja de maracuchos. Ella de franela y chaqueta dorada; el con un hoodie con brillantitos. Eso sí, los jeans de ambos parecían ser dos tallas menos de las que deberían de usar. Pero el vestuario es lo de menos. Lo realmente memorable de todo el asunto era la falta de afinación de los cantantes que se empeñaban en vociferar lo mucho que se amaban a ritmo de tecnomerengue; eso sin contar la falta de ritmo y coordinación en la coreografía. A mi lado, una doña de unos 50 años que sonreía me buscó conversación diciendo: “¡qué bueno que todavía hay programas que apoyen a esos muchachos! El talento nacional hay que apoyarlo siempre”.
¿Siempre? Pensé yo, ¿incluso cuando está claro que talento es lo que les falta? Eso y una mamá con dos dedos de frente que cuando los vio cantando la primera vez, les pidiera que mejor se dedicasen a estudiar.
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Si, es cierto que Warhol dijo que en el futuro, todos tendríamos quince minutos de fama. Pero el pobre no contaba con dos grandes factores: La primera, que para conseguir esos quince minutos no sería necesario tener ningún tipo de talento o gracia. La otra es que, al menos en el caso venezolano, las supuestas “estrellas” tendrían a más del ochenta por ciento de la población apoyándoles con la excusa de “pobrecitos, están haciendo su mejor esfuerzo”.
Lamento ser quien rompa la burbuja y tenga que decir públicamente que las cosas no son así.
No todo el mundo puede cantar, pintar, bailar o escribir un libro. No importa que tantas veces tu mamá te haya dicho que si pones todo tu empeño, puedes lograr todo lo que te propongas. Si no tienes oído musical, no importa en cuantas academias de música te inscribas ni cuantas horas practiques. No vas a dar un concierto multitudinario en el Madison Square Garden, lo siento.
¿Ustedes se imaginan que a Jacinto Convit de repente le hubiese dado por incursionar en… la arquitectura? ¡Cuántos edificios se habrían caído! Pero había que apoyarlo porque, además de ser venezolano, seguramente “estaba haciendo su mejor esfuerzo”.
Así las cosas, me imagino que más de uno, después de haber visto cualquiera de estos magazines matutinos, habrá dicho «¡yo también puedo hacerlo! A fin de cuentas, ¿qué tan difícil puede ser?». El éxito es una combinación de muchos factores, pero dos de ellos -quizás los más importantes- son el talento y la dedicación.
Esto no es una crítica destructiva al talento nacional. Todo lo contrario, más bien me gustaría que fuese tomado como un alerta. ¿Cómo vamos a apreciar el talento cuando hay una superpoblación de mediocres en la escena?
¿Apoyar lo nuestro? Por supuesto. Siempre y cuando haya razones de peso para hacerlo. A mí que me convenzan con argumentos válidos, no con lo que diga el certificado de nacimiento.