Quizás este no es el titular que esperabas ver abriendo un editorial porque un rant de Kanye West es cualquier cosa menos noticia.
Lo cierto es que nuestro amigo Ye (así quiere que le digamos ahora) cerró su participación en SNL con un discurso defendiendo a Donald Trump. Nada fuera de lo común; después de todo, cada quién está en libertad de tener las tendencias políticas que le plazcan. Lo mejor, o peor, vino después.
Ese mismo domingo, Mr. West se lanzó a Twitter a proclamar que la gorrita roja pro-Trump que apareció en el cierre de SNL representaba el bien y a “Estados Unidos volviendo a unificarse”
this represents good and America becoming whole again. We will no longer outsource to other countries. We build factories here in America and create jobs. We will provide jobs for all who are free from prisons as we abolish the 13th amendment. Message sent with love pic.twitter.com/a15WqI8zgu
— ye (@kanyewest) September 30, 2018
“Ya no subcontrataremos a otros países. Proporcionaremos trabajos para todos los que están libres de las prisiones ya que derogamos la 13ª enmienda. Mensaje enviado con amor”. Tan bonito Kanye, enviando mensajes con amor mientras habla de eliminar la abolición de la esclavitud en Estados Unidos.
Ya va, ¿qué?
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Si imaginamos al mundo de la cultura pop como un primo lejano de los siete reinos de Game of Thrones, cada nombre que aparece en el mapa; sea Lady Gaga, Lana del Rey, Chris Evans o Kanye West, tiene cierto peso dentro de nuestra forma de ver el mundo. Esa influencia, obviamente puede verse ampliada o reducida por otros factores, entre los que están nuestra propia percepción de esos actores.
De acuerdo a tus predilecciones, querido lector, todo este asunto tiene la misma importancia que un capítulo de Keeping Up With The Kardashians o puede que te trague como la polémica de Rawayana y el Saime se tragó a Venezuela hace unas semanas. Todo tiene que ver con una sola cosa: Percepción.
Tal parece que hay una nueva versión de la miopía galopando por el mundo. Tomemos el caso de Kanye, por ejemplo. Un tipo que ha dicho públicamente que no lee; que proclamó que la esclavitud fue una elección, ¿ahora habla de abolir el decreto que acabó con la esclavitud? ¿Será que Kanye vió el documental de Ava DuVernay y se le quedó la idea metida en la cabeza?
Una cosa es hablar con conocimiento de causa y otra, completamente distinta es hacerlo desde el falso sentido de derecho que acompaña a la celebridad moderna.
Desde el domingo ha aparecido una lluvia de publicaciones intentando explicar qué fue lo que quiso decir Kanye con su tuit. Aquí es donde entra la pregunta: ¿Cuál es realmente el del problema? ¿Qué un tipo haya dicho una opinión polémica o que lo haya dicho una celebridad? Particularmente, me inclino más por lo segundo.
Como participantes del juego de la celebridad, queremos que aquellos a quienes seguimos sean una extensión de nuestros propios códigos; los vemos como proyecciones deformadas de aquello en lo que nos gustaría convertirnos. Quizás es por eso que les exigimos tanto.
Quizás el error que ha alterado la percepción de nuestra realidad está en poner demasiado peso en el brillo fatuo de las páginas de los tabloides y no donde realmente debería de estar.