Abres los ojos, sales de la cama; te lavas los dientes, pasas por la ducha y te arreglas para salir al trabajo. Pasas por la cocina y con el desayuno de siempre; tomas una microdosis de LSD favorita para tener un día realmente productivo.
Aunque pueda sonarte extraño o contradictorio, esta es la nueva tendencia que se está expandiendo entre los creativos del mundo: El microdosing.
Como su nombre lo indica, el microdosing consiste en tomar dosis extremadamente pequeñas de drogas psicodélicas. Según los reportes, al hacer esto de forma semi-regular, verás algunos beneficios como el incremento de tus niveles de percepción y creatividad; además de la disminución de la ansiedad y depresión.
Pero si revisamos a la sociedad actual, el microdosing no es un concepto innovador; sólo hace falta ver a tu alrededor para darte cuenta. Después de todo, tu taza de café matutina o ese cigarro después del almuerzo fácilmente podrían ser considerados ejemplos de esta actividad.
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La historia del microdosing empieza en 1960; cuando el cientifico James Fadiman decidió presentar muestras de los beneficios de incluir un poquito de psicodelia en tu dieta al resto del mundo.
Para ello reclutó voluntarios que usarían una dosis moderada de LSD durante un período determinado. Estos voluntarios debían cumplir con dos requisitos: Pertenecer a una empresa reconocida y tener un problema técnico o laboral pendiente por resolver desde hace más de tres meses.
De acuerdo a los resultados del grupo de investigadores, los voluntarios intentaron solucionar sus problemas bajo la influencia de sus respectivas dosis de LSD. De los 48 participantes, 44 encontraron las respuestas que buscaban.
Más recientemente, el doctor David Olson llevó a cabo un estudio completamente diferente que arrojaría resultados similarmente satisfactorios. ¿La idea? Usar ketamina para tratar la depresión resistente al tratamiento clínico.
Una de las virtudes de la ketamina es usar la plasticidad neural para reconstruir las conecciones entre las neuronas que regulan las emociones y el estado de ánimo. Así que el doctor Olson y su equipo documentaron que sustancias como el LSD y la DMT imitan los efectos de la ketamina en los cerebros de los ratones.
Para ello calcularon una dosis de DMT, que químicamente es algo así como la versión simplificada del LSD, que no produjese efectos alucinógenos; después la aplicaron a los sujetos de la investigación cada tres días. En los días de descanso, los animales eran sometidos a varias pruebas, incluyendo dos que funcionarían como proxies experimentales para la ansiedad y la depresión humana; un ejercicio de miedo repetitivo y una prueba de natación forzada para evaluar si el animal simplemente se rinde ante el peligro.
Siete semanas después, los investigadores encontraron que a pesar de que las ratas no recibieron suficiente DMT para alucinar; sus niveles de de depresión y ansiedad mejoraron significativamente. Según Olson, el estudio es la mejor prueba de los efectos terapéuticos de las drogas psicodélicas; pero no todo es positivo, de hecho, hay daños potenciales de los que aún no podemos escudarnos.
En las fases iniciales del estudio, cuando aún estaban calibrando las dosis a utilizar; hubo momentos en que la cantidad de sustancias psicodélicas mostró ser fatal para las neuronas. Suena absurdo, pero en el corazón del microdosing vive un oximoron: La menor dosis posible de una sustancia psicodélica puede dañar las mismas estructuras cerebrales que se verían reforzadas por una dosis completa.
Los estudios en torno al microdosing están empezando a adquirir importancia en el mundo científico; así que definitivamente es muy temprano para emitir algún juicio sobre esta práctica. Pero a pesar de ello, uno de los adagios más viejos de la farmacología es el argumento para poner fin a la polémica y tomar el tema en serio: «La diferencia entre un remedio y un veneno solo está en la dosis»