Por lo general, cuando hablamos de artistas, pensamos en visiones del mundo intensas. Casi siempre han sido influenciados por experiencias duras que han dado origen a las historias más interesantes, y la de Yayoi Kusama no es la excepción.
La niña eterna del arte japonés, desde su infancia tuvo que enfrentarse a situaciones difíciles; desde un hogar disfuncional, hasta enfermedades psiquiátricas. Pero parece que, golpe tras golpe, se convirtió en un filtro capaz de convertir lo malo en algo positivo.
¿El arte se hizo protesta o la protesta se hizo arte?
Yayoi Kusama tuvo sus primeros acercamientos a la rudeza de este mundo cuando su madre la obligaba a espiar a su padre siéndole infiel; entonces la niña regresaba a casa para contarle todo lo que había visto, y mamá enfurecida arremetía contra ella, como si fuera su culpa…
Desde ese entonces, la pequeña se refugiaba en sus blocks de dibujo y daba rienda suelta a sus pensamientos; pero a escondidas porque en casa jamás entendieron ni respetaron su inclinación artística.
Estas primeras experiencias desencadenaron episodios de alucinaciones visuales y auditivas. Algunos trastornos venían en camino.
Por si fuera poco, la Segunda Guerra Mundial también la tocó directamente. Con solo 16 años, vivió el horror del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. Nadie en la historia del mundo ha salido ileso psicológicamente después de algo así, ¿cierto?
Tras estos traumas y contra todo pronóstico, por allá en los años 60, viajó a Nueva York y se convirtió en una pieza importante del vanguardismo y el pop art, luchando contra una sociedad misógina y la xenofobia del momento.
Actualmente, Yayoi Kusama se mantiene como una de las artistas contemporáneas más importantes, con trabajos abstractos, pinturas surrealistas, novelas, historias cortas, poesía e instalaciones. Tanto que, en 2008, su obra Redes Infinitas fue subastada por 5.1 millones de USD; y el año pasado se estrenó su documental «Kusama: Infinity».
La cara sana de la locura
A pesar de haber sufrido de depresión, obsesiones, y un constante vaivén que la ha derrumbado y levantado cientos de veces; se ha repuesto incluso de sus intentos de suicidio.
Hoy, a sus 90 años, Yayoi Kusama no se da por vencida y es el vivo ejemplo de que la pasión por lo que hacemos nos puede sacar del hueco si la sabemos aprovechar.
La última vez que se internó voluntariamente en una institución psiquiátrica fue para quedarse allí de por vida pues el lugar le provee, hasta ahora, un espacio idóneo para ella y su expresión.
Esta es la historia de una mujer que transformó sus traumas en arte; sus alucinaciones en creaciones innovadoras, y lo que pareciera ser su sello personal (los lunares), que nos muestran un reflejo de su interior.
¿Arte introspectiva?
Ahora yéndonos al detalle, ¿será que la repetición de figuras en el arte de Yayoi Kusama es solo parte de su obsesión? Parece que no…
Para el psicólogo y psiquiatra suizo, Carl G Jung, los arquetipos son patrones de imágenes y símbolos recurrentes que dan forma a una parte del inconsciente y afectan lo que hacemos, incluso sin darnos cuenta. Esto explica un poco la situación.
Además, según la Licenciada en Recursos Humanos y Grafóloga argentina, Marcela Milesi, los dibujos circunstanciales reflejan lo que sentimos:
«Cuantas más líneas curvas veamos en un dibujo, nos hablará de mayor adaptabilidad; personas con tendencia a compartir y a relacionarse desde un mundo afectivo. Los círculos nos hablan de personas que giran en torno a situaciones a las que muchas veces no le ven salida. Cuando se hacen muchos círculos nos hablan de tendencias a encerrarse en su propio mundo e ideas; se relacionan con el mundo afectivo».
Nada es casualidad. Puede que su talento sea innato, pero sus experiencias lo moldearon y lo transformaron en el grito de rebeldía que ha significado.
¿Por qué obligarla a casarse y jugar a la familia feliz?, ¿acaso ser una artista mujer la hacía menos que los demás?, ¿o tenía que ser juzgada por su nacionalidad?
Su visión de la vida, y en particular de la felicidad, nunca ha estado ligada a los ideales tradicionales.
Yayoi Kusama ha sabido sacarle partido a sus experiencias. Quería conquistar Nueva York y alzar su nombre en el mundo entero a través de su pasión por el arte, y lo consiguió.
«Convierto la energía de la vida en puntos del universo».