Los debates sobre la inclusión y las «nuevas identidades», han tomado el protagonismo en los movimientos políticos y sociales de la última década. Ya no solo se trata de aceptar la diversidad; sino de implementar grandes reformas, ¿pero hasta qué punto son viables?
Las cartas del lenguaje inclusivo ya están echadas y parten de la premisa de que históricamente el castellano ha fomentado una desigualdad entre hombres y mujeres, posicionándonos a nosotras en menor escala; lo que conocemos como el masculino genérico.
En este mundo en el que ahora parece que todo lo que hacemos o decimos es ofensivo, empíricamente se empezaron a reemplazar la «a» y la «o» por «@» o «x», para no asignarle un sexo a las palabras; pero entender los mensajes escritos de esta manera (y pronunciarlos) se ha vuelto mucho más difícil. El lenguaje se ha desvirtuado más de lo que ya venía por la informalidad del uso, y eso es grave.
Lo cierto es que en un intento por hacer las cosas más fáciles y tratar de agradar a casi todos, se ha propuesto modificar el lenguaje usando la letra «e»: todes, amigues, vecines, elles… etc., pero el asunto no es tan sencillo.
Argumentos sobran
Mientras algunos aplauden la moción, otros la tildan de una movida populista innecesaria que complica la lectura; por no entrar en detalles de costos y pérdidas por reimpresión.
Desde otro punto de vista, parece también una medida insuficiente ya que se sigue limitando a un sistema binario y por ende, discrimina a aquellos que no se identifican ni con el género masculino, ni con el femenino. ¿Ven que es más complejo de lo que parece?
Entendiendo que los idiomas interaccionan con seres vivos que nos encontramos en constante transformación y por eso los adaptamos con el tiempo; es lógico y necesario que existan entidades como la Real Academia Española, cuyo fin se centra en mantener las reglas para que el lenguaje cada vez sea más efectivo en busca de la sencillez. En este punto es importante dejar claro que no nos imponen un código; todas esas normas y novedades las hacen bajo rigurosos estudios y es por eso que hasta ahora han denegado la solicitud del lenguaje inclusivo.
Si nos detenemos a analizarlo bien, no solo estamos hablando de agregar o quitar unas cuantas palabras; se trata de un cambio considerable: modificar un idioma en su totalidad. Algo complejo y poco funcional que va en contra de la simplificación que tanto se ha buscado. Sería como empezar casi desde cero.
No han triunfado
Si nos vamos a la práctica, algunas lenguas como la alemana, la china, la japonesa o la griega, tienen género neutro; ¡hasta el latín clásico murió! ¿y eso ha hecho que en sus sociedades no exista el machismo o los abusos? El lenguaje no es el responsable; de hecho, es un resultado.
Ya de por sí tenemos bastante con la mínima importancia que la gente le da a la ortografía. ¿Se imaginan si lo complicáramos más?, ¿de verdad creen que van a corregir un problema social de tal calibre cambiado todo un lenguaje? Esto sería un paño de agua tibia para una infección que necesita una cura más potente.
Si se llegara a dar, serviría únicamente para darle unas palmaditas en la espalda a quienes lo necesiten, pero no solucionaría el problema ni aliviaría la carga. ¿Cambiaríamos tanto por casi nada?, ¿qué tal si empezáramos por enseñar el respeto desde casa?
Por supuesto que la lucha por la diversidad debe mantenerse en pie, pero con inteligencia. Este cambio no supone una solución real y debemos admitirlo: es como barrer y meter la basura debajo de la alfombra.
Dejaremos esto por aquí y nos iremos lentamente…
Posted by breinguash on Sunday, August 2, 2020