Por lo general, uno de los grandes conflictos que atraviesa la sociedad es la apelación del argumento Ad populum; una falacia que implica estar de acuerdo o en desacuerdo en algo porque todo el mundo también lo está. Pero… ¿y si nos detuviéramos a analizar un poco más las cosas?
Si algo es útil en la vida, es pasearnos por todas las posibilidades antes de tomar una decisión. Es el caso de la regla del décimo hombre: una táctica del sentido común que indica que siempre que nueve personas estén de acuerdo en que algo es cierto, una décima persona debe defender la tesis contraria (aunque no esté de acuerdo con ella), así podrán estar preparados para cualquier eventualidad improbable.
Ahora bien… ¿Qué tiene que ver esta regla con la pandemia de Covid-19?
Una estrategia riesgosa
Básicamente existen tres formas de detener el Coronavirus:
- Restricciones extraordinarias sobre el libre tránsito y reuniones sociales.
- A través de la vacuna.
- Dejar que el virus siga su curso hasta llegar a la inmunidad colectiva.
Tomando en cuenta la proliferación voraz que ha alcanzado la epidemia, ahora convertida en pandemia, ni la primera ni la segunda de las opciones serían las más viables, según nos indica la lógica.
Las restricciones tal vez hubiesen funcionado como un método de prevención en los lugares en donde todavía no hubiera llegado el virus, pero ya es tarde para los más de 100 países infectados. Por ende, la vacuna se ve incluso más lejana; ¿habría capacidad de respuesta para tanta gente en tan poco tiempo?
Con este panorama, nos queda la última opción. Aquí es donde entra en juego el sentido común.
Los “décimos hombres” en esta ocasión son el Reino Unido y Países Bajos. Sus posiciones frente a la crisis han sido radicalmente distintas a las del resto del mundo: apostar por la inmunidad del rebaño.
La estrategia de gestión del contagio tiene como premisa la infección de la población para desarrollar la inmunidad colectiva y que de esa manera, el germen desaparezca solo, pues no encontraría huéspedes vulnerables.
El problema es que, para que funcione, al menos el 60% de la población debería contagiarse y luego sobrevivir; pero, ¿realmente estarán dispuestos a asumir los costos?
En cuanto a Reino Unido, la OMS ya había advertido con anterioridad que si la estrategia era dejar correr el ciclo del virus sin hacer nada para detenerlo, las muertes podrían ser de al menos 510.000
Sin embargo, parece que una nueva suplica le ha apretado un poco las tuercas al primer ministro, Boris Johnson. Según el modelo matemático presentado por el Imperial College, el índice de mortalidad estaría alrededor del millón de personas si no se toman medidas contundentes. Además, el impacto negativo para el sistema público de salud seria exorbitante, y eso sin entrar en detalles sobre lo que supondría para la opinión pública.
Es por eso que ahora, tanto el discurso como las medidas han cambiado: se habla de “supresión” (romper la cadena de contagio), misma estrategia que empleó China después de admitir que tenían un problema grave que escapaba de sus manos.
Países Bajos, por su parte, hasta ahora sigue con la idea de la inmunidad del rebaño.
¿Cuál es el camino entonces?
Ahora que nos paseamos por todas las opciones, cada una con su variable de viabilidad e inviabilidad en diferentes proporciones, volvemos al punto de partida: ¿Cuál es el camino más idóneo, o quizás el menos escabroso, para combatir el Coronavirus?, ¿existe o todos desembocan más o menos en una misma catástrofe?
No todos los países están igual de aptos para afrontar las circunstancias. De hecho, para la magnitud del contagio y sus agravantes, ninguno lo está. En cierto punto siempre vamos a ver las medidas insuficientes. Pero lo único seguro es que es difícil tomar una postura de estas con contundencia.