Jamás pensé que utilizaría una referencia de “La Peste” en un medio de cultura pop. Tampoco pensé que en medio de una pandemia, la gente agrediría a los médicos, pero aquí estamos.
En la novela de 1947, Camus escribió “lo peor de la peste no es que mata los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”. Aunque el coronavirus está bastante lejos de los números de la peste negra, estamos llegando a la parte del cuento donde la frase del escritor francés empieza a sonar como una especie de profecía sobre la condición humana.
Si bien es cierto que en cuarentena hemos visto el nacimiento de numerosas iniciativas para ayudar a quienes más lo necesitan, también salió a pasear la parte más oscura de muchos. No estamos hablando de la cantidad de personas asiáticas han sido víctimas de insultos o mensajes xenófobos por culpa del “virus chino”. Cada vez son más los casos de médicos que se ven acosados tras llegar a sus casas.
El mismo personal médico que trabaja turnos interminables en los hospitales; los mismos que son la razón de ser de la famosísima “hora de aplausos” que ocurren todas las noches alrededor del mundo.

La ola de amenazas no es un fenómeno que solo ocurre en América Latina. En Barcelona, España, la ginecóloga Silvana Bonino se preparaba para iniciar otro día de trabajo cuando encontró su automóvil con dos llantas pinchadas y pintado con las palabras «Rata contagiosa«. En otra provincia española, un vecino no tuvo reparos en usar una nota anónima para pedirle al doctor Jesús Monllor que dejara el edificio.

Fuente: NiusDiario
Que fácil y que rápido pasaron de ser «héroes anónimos» a personas no gratas dentro de su comunidad más cercana, ¿no?
Ninguna de las pandemias en la historia reciente de la humanidad se ha esparcido tan rápido como el Coronavirus, así que ninguno de nosotros había vivido algo parecido; por lo tanto, es completamente lógico que el el miedo esté entre nuestras primeras reacciones. Lo que es inexcusable que se use como pretexto para dar pie a este tipo de conducta, ¿no creen?
Las amenazas caseras son un fenómeno que se empezó con el personal sanitario, pero se está expandiendo a todos los gremios de trabajadores que están poniendo en riesgo su vida para que el resto de nosotros podamos estar en casa y cumplir los términos de distanciamiento social.
Quizás el problema está en que estamos demasiado acostumbrados al anonimato que nos regalan las redes. Después de todo, internet es un entorno donde podemos decirle a ese «otro» exactamente lo que estamos pensando sin tener que enfrentar las consecuencias.
Estos trabajadores esenciales no salen de casa buscando ser tratados como héroes ni que los aplaudamos todas las noches como reconocimiento a su labor. Lo hacen porque es su trabajo; porque es su deber. El nuestro es facilitarles los medios para hacerlo; sea quedándonos en casa o siendo personas medianamente decentes.
Si tienen que encontrarse con una sorpresa en la puerta de casa, que sean notas de agradecimiento, tuppers de comida o algo que pueda ser de ayuda en estos momentos.
El coronavirus ataca el sistema respiratorio, no tu sentido común.