Jeff Bezos es uno de las personas con más dinero en el mundo, así que para nadie debe ser extraño que su filosofía de vida sea bastante parecida a la de Ariana Grande en 7 rings: Lo veo, me gusta. Lo quiero, lo compro.
¿Su capricho más reciente? Pues don Jeff no solo será parte de la tripulación del primer vuelo de Blue Origin, su compañía de tecnología aeroespacial; sino que hace unos días el hombre compró MGM Studios.
Los $8.450 millones que se gastó Amazon en la que hasta ahora es la adquisición más grande de Amazon, lo hacen acreedor de una biblioteca de contenido que, según se informa, consta de alrededor de 4.000 películas y 17.000 horas de televisión. La compra del estudio es un paso más dentro de la estrategia de Amazon para atraer aún más suscriptores a Prime Video.
De la guerra al monopolio del streaming
Hace unos años hablábamos de “la guerra del streaming”, donde Netflix batallaba contra un montón de plataformas nacientes por la supremacía entre los servicios de difusión. Ahora el panorama es completamente distinto.
El streaming es un modelo de negocios donde la capacidad de elección del consumidor es prioridad; lo que a su vez implica que las compañías involucradas deben asumir altísimos costos de producción mientras aumentan sus números de suscriptores. Si a eso agregamos que después del boom, el usuario promedio vio como su presupuesto mensual se iba en mantener un montón de suscripciones de streaming de las cuales, probablemente, no llega a consumir el 10% de su contenido al mes.
Con el usuario forzado a tomar decisiones, las plataformas apostaron por sus puntos fuertes: Netflix fácilmente podría considerarse uno de los padres del género y eso le da bastantes puntos frente a la audiencia. La mezcla de contenido family friendly de Disney lo impulse a conseguir 100 millones de suscripciones en año y medio; pero Amazon Prime Video seguía estando a la deriva. Si bien es cierto que Prime tiene más de 200 millones de suscriptores; la oferta de clásicos como James Bond, Rocky o series como The Handmaid’s Tale y Vikings serán suficientes para que la plataforma dispare sus números de suscriptores.
Pero la acumulación de propiedad intelectual, a veces no es el camino más idóneo. Pensemos en la crisis de identidad que sufrió HBO cuando empezó a acumular franquicias y cómo le ha costado reponerse después de ese golpe. Además de eso, hay otro problema de fondo: Mientras los tres pesos pesados del medio están repartiéndose todo entre si; las nuevas propuestas siguen siendo relegadas frente a la posibilidad de seguir haciendo remakes y reboots de películas que ya existen.
¿Estamos viendo la muerte de la industria del cine tal y como la conocemos? Probablemente.
Lo triste es que este cambio no apunta hacia una evolución, sino a una especie de involución donde no existen los blockbusters sino un universo de películas «on-demand» hechas para complacer los designios de cada algoritmo.