A propósito del mes del orgullo LGBTIQ+, las organizaciones que apoyan a esta comunidad a nivel mundial han lanzado sus propuestas en pro de la inclusión; cosa totalmente válida y respetable porque, ¿quiénes somos nosotros para anular a otro por sus inclinaciones sexuales o su auto-percepción?
Si bien, en un mundo ideal -y por el que debemos luchar- todos tenemos el derecho a expresarnos y ser quienes queramos ser, sin dañar a otros; parece que encontrar el equilibrio es mucho más complejo de lo que esperábamos.
La paradoja de la inclusión excluyente
La organización británica -pro trans- Stonewalls, entre sus funciones se encarga de ayudar a las empresas a disminuir la brecha de la desigualdad, a través de una guía que les permite a los empleadores comprender las experiencias de sus empleados.
Según Telegraph, la guía propone, entre otras cosas, incluir pronombres de género a las firmas de correo electrónico; prohibir los baños y vestuarios de un solo sexo, y ejecutar una campaña de cordones de arcoíris.
En el último año, más de 500 empresas han solicitado estar en su Índice de Igualdad en el Lugar de Trabajo; y aquellos que logran los codiciados primeros lugares en su ranking, pueden usar el logotipo de los 100 mejores empleadores para promover sus logros.
Sin embargo, su última actualización propone prohibir la palabra ‘madre’ y suplantarla por «padre o progenitor que ha dado a luz». ¿El objetivo? lograr que los miembros de la comunidad trans y no binaria se sientan más cómodos.
Tras la polémica que vino después, la directora ejecutiva de Stonewall, Nancy Kelley, comparó las ‘críticas de género’ con el antisemitismo. Pero si al caso vamos, ¿podríamos llamarle igualdad cuando se cercenan los derechos de la mujer?, ¿y si se tratara de una misoginia disfrazada de bandera multicolor? porque al final, a quien buscan desarticular es a la figura de la mujer. En su campaña, la palabra «padre» sigue siendo admitida.
Si nos vamos a lo más primitivo, la etimología de la palabra «madre» -que por cierto es universal y de las primeras en la historia de las civilizaciones- recordaremos que proviene de matriz, el útero de donde nace el bebé. Indiscutiblemente, un término relacionado a la mujer.
Entonces, ¿de qué respeto hablamos?, ¿quiénes son los únicos favorecidos?, ¿existe tal igualdad?
Dato: según Stonewall, hay más de 850 organizaciones, incluidos 250 departamentos gubernamentales y organismos públicos como las fuerzas policiales, los consejos locales y los fideicomisos del NHS, inscritos como «campeones de la diversidad».
Los alcances de una imposición ideológica
La guía de Stonewall ya había llegado hasta la Universidad de Edimburgo, a quienes se les insistía en no utilizar más el término «madre», y reemplazarlo por «padre que ha dado a luz».
Del mismo modo, a la policía de Merseyside se le dijo que ‘empleada embarazada’ era ‘un término más inclusivo’; mientras que el gobierno galés eliminó ‘madre’ de su política de maternidad, aunque ‘padre’ todavía permanece.
Aunque el proyecto de ley MOMA (subsidios ministeriales y de maternidad) mostró que el Parlamento no permitiría que se reemplazara la palabra ‘madre’, Stonewall continúa presionando a las organizaciones -incluidos entes gubernamentales- para que adopten estos términos, nuevamente, sin cumplir con la Ley de Igualdad de 2010 en el Reino Unido.
Para Maya Forstater, cofundadora del grupo de campaña Sex Matters: «el Comité de Estándares en la Vida Pública debería realizar una investigación pública sobre cómo una organización, que es básicamente un grupo de presión, llegó a una posición tan influyente en muchas instituciones».
Por otra parte, también habría que evaluar las consecuencias legales que tendría la eliminación de la palabra «madre». El lenguaje, en la ley, tiene peso, trae con sigo acciones. Las palabras conceden derechos o los quitan.
Lo más preocupante del caso es lo que lleva a la siguiente pregunta: ¿Dónde quedó el pensamiento crítico de las organizaciones?
Llamar a la gente como prefieran ser llamados no es realmente el problema, sino la imposición de ideales. La comunidad LGBTIQ+ no busca simplificar el lenguaje; pretende que nos traguemos una ideología identitaria en la que hombre y mujer son conceptos subjetivos y no realidades biológicas.
Una cosa es promover y aceptar la diversidad, y otra muy diferente es tener que aguantarnos hasta las desnaturalizaciones en nombre de una igualdad hipócrita.